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"Empieza el día y termínalo con la oración. Ve a Dios como un niño pequeño que se vuelve hacia su madre. Si las palabras no te vienen espontáneamente, di por ejemplo:
«Ven, Espíritu Santo, guíame, protégeme, ilumina mis ideas a fin de que pueda orar». O también, si te diriges a la Virgen María, di: «María, Madre de Jesús, sé ahora una madre para mí, ayúdame a orar».

Cuando ores, agradece a Dios por todos sus dones: puesto que todo le pertenece, todo lo que recibimos es un don que Dios nos hace. Tu alma es un don de Dios. Si eres cristiano, puedes recitar la Oración del Señor; si eres católico, además del Padrenuestro, tú oración será el Avemaría, el rosario, el Credo. Si tu familia o tú mismo tenéis alguna particular devoción, orad según vuestras propias tradiciones.

Si tienes verdadera confianza en el Señor, en el poder de la oración, podrás superar tus dudas, tus temores y esta impresión de soledad que tanta gente vive."

................................................................. Sor Teresa de Calcuta

Jesús nos pregunta "¿Dónde compraremos pan para alimentar esta multitud?"

Ocurrió hace algo más de dos mil años. La multitud sigue al Señor y él, compadecido, quiere darles el alimento que necesitan para poder reparar sus fuerzas. Les ha entregado abundantemente el pan de su Palabra, pero sabe que también necesitan el pan material para sus cuerpos. Recordemos que, en otra oportunidad son sus apóstoles los que, preocupados, le piden a Jesús que despache a la multitud para que vayan a comer a sus casas. En esa oportunidad Jesús dijo a sus apóstoles que ellos mismos debían darles el alimento que necesitaban. La sorpresa, la incomprensión y la falta de fe de sus discípulos fue subsidiada por la infinita misericordia del Señor, quien, de lo poco que había disponible, hace una fuente inagotable que alimenta, sobradamente, a todos quienes habían acudido a él para escucharle.
Hoy nos vemos enfrentados a una situación similar a las entonces ocurridas y, nuevamente, el Señor nos pregunta, como entonces le preguntara a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para todos?" Y, también nos dice: "Denles ustedes de comer".
Seguramente que Jesús volverá a actuar hoy, como lo hiciera entonces, si nosotros le prestamos nuestra propia misericordia y nuestras propias mentes y manos para obrar el milagro.
Tú eres cristiano; tú has sido bautizado e injertado al tronco de la vid que es Jesús; tú eres testigo fiel de su poder que operará a través de ti si sólo aplicas tu fe, quizás pequeña como una semilla de mostaza, pero que podrá llegar a ser un árbol frondoso donde todos los que te necesitan vayan a refugiarse. "Bienaventurados los que sin ver creyeron". Ciertamente que no estamos absolutamente desprovistos frente a la demanda de pan, de trabajo, de ayuda de nuestros hermanos. Como Pedro, en el umbral mismo de la iglesia misionera, podremos repetir sus palabras a quienes, postrados, exitenden sus manos en busca de una ayuda: "Ni oro ni plata tengo; pero, lo que tengo, con gusto te lo doy: en el Nombre de Cristo Jesús, levántate y anda".

Vuestro ínfimo diácono.

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lunes, 13 de abril de 2009

JESÚS: DIVINA MISERICORDIA



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(*)Diario La Divina Misericordia en mi alma, Beata Sor M. Faustina Kowalska, Editorial Padres Marianos, segunda edición autorizada, 1997. «...Reza incesantemente esta Coronilla que te he enseñado. Quienquiera que la rece recibirá gran Misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes se la recomendarán a los pecadores como la última tabla de salvación. Hasta el pecador más empedernido, si reza esta Coronilla una sola vez, recibirá la gracia de Mi Misericordia Infinita. Deseo que el mundo entero conozca Mi Misericordia; deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en Mi Misericordia.» (Diario, 687)

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CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA
(Para orar por sí sola o en conjunto con el Santo Rosario)

1. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

2. Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea Tu Nombre; venga Tu Reino; hágase Tu Voluntad, en la tierra como en el Cielo. Danos nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación; y líbranos del mal. Amén.

3. Dios te salve María, llena de gracia, el Señor es Contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

4. Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén


A continuación de cada decena del Santo Rosario, invocar la Divina Misericordia de la siguiente manera:



V: Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, en propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero.



R: Por Su Dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero.



(Finalización del Santo Rosario y/o de la Coronilla)

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero.
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero.
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero.


(Última Jaculatoria)

Oh, Sangre y Agua que brotaste del Sagrado Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.


(Señal de la Cruz)

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.